Queridos «Ericksonianos»:
Esta tarde, repasando la biblioteca del Instituto Erickson Madrid, me he parado un momento para compartir con vosotros un fragmento del libro “La Hipnosis de Milton Erickson” escrito por Teresa García Sánchez/Dan Short/Betty Alice Erickson/ Roxanna Erickson-Klein.
En este libro, utilizando ejemplos de casos, comentarios y reflexiones, los autores examinan y definen, diversos componentes clave de las técnicas del Dr. Milton H.Erickson. Creo que os resultará interesante este extracto que muestra un caso de uno de los psicoterapeutas más innovadores de nuestra época.
Informe de caso: La chica que no soportaba que la miraran
Una chica con una ansiedad tremenda acudió a Phoenix para recibir terapia de Erickson. Su conducta era sumamente rígida y restrictiva. Tenía rituales para vestirse, que debían hacerse de determinada forma. Tenía un rígido ritual para leer su correo. Solo se sentaba sobre determinados lugares. Solo creía poder vivir en un determinado apartamento. Y se lavaba compulsivamente. Algunos días se pasaba hasta diecinueve horas bañándose.
Según Erickson: «Una de las primeras cosas que hice con ella fue dejar que me contara la ansiedad tan terrible que sufría cuando trataba de lavarse».
Durante esta conversación, la chica trató de convencer a Erickson de que estaba totalmente absorbida por esta tremenda ansiedad. Él dejó que le contara la historia con detenimiento y, en cuanto ella se hubo convencido de que la ansiedad era tan horrible que no podía estar atenta a otra cosa, él estuvo de acuerdo. Con una enorme curiosidad le preguntó entonces: «Tan absorbida como estarás por esa horrible, horrible ansiedad, mientras te duchas, no te importará si te miro». Describió la reacción de ella a esa afirmación como de un gran shock, «¡de quedarse con la boca abierta!».
Ha de quedar claro que Erickson no había afirmado que haría semejante cosa. Únicamente le planteó una pregunta capciosa para que modificara su actitud rígida. Pero ella no quería especular con esa posibilidad. Se vio obligada a admitir que simplemente no podía tolerar semejante cosa. Erickson le recordó su postura anterior: «Seguro que estarías tan absorbida por tu ansiedad que ni te darás cuenta de que hay alguien ahí». Llegado a este punto, su ansiedad por ducharse ya no parecía tan absorbente.
A continuación, Erickson señalo: «En realidad, no es tan grave que estés tan absorbida por tu ansiedad que no te des cuenta de que alguien te esté mirando. De hecho, estaría dispuesto a apostar a que podría dar unos golpecitos en la puerta del baño y lo notarías». Erickson señaló después que el solo hecho de imaginar su presencia fue suficiente para mantenerla distraída de lo que anteriormente sentía como una ansiedad inevitable. (Erickson, 1958e)”.
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